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Michelangelo Buonarroti, El Divino

jueves, 26 de marzo de 2015

Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni (Miguel Angel ), nació en Caprese, Italia, el 6 de marzo de 1475.
Su figura es una de las más grandes de entre todos los artistas de la historia, arquitecto, escultor y pintor, sobresalió en las tres especialidades a lo largo de más de 70 años en las ciudades de Florencia y Roma, ciudades en las que vivían sus mayores mecenas, los Medicis y los Papas de Roma. Tal era su importancia, que es el primer artista de Occidente que vio dos biografías suyas publicadas en vida.
Sus colegas contemporáneos, le apodaron “El Divino”, triunfando en cualquier arte que practicara, dotando a toda su obra de un gran perfeccionismo. Él decía qué lo que más le apasionaba era la escultura, y qué la pintura le era “impuesta” por Julio II, responsable de que pintara los frescos de la “Capilla Sixtina” del Palacio del Vaticano.
Su madre murió en 1481, cuando Miguel Ángel contaba seis años. La familia que vivía en Florencia desde hacía más de trescientos años, había pertenecido al partido de los güelfos, muchos de ellos habían desempeñado cargos públicos, pero en época del abuelo del artista comenzó la decadencia, su padre, que había fracasado en el intento de mantener la posición social de la familia, vivía de trabajos ocasionales para el gobierno, como el de corregidor de Caprese en la época en que nació Miguel Ángel.
Regresaron a Florencia, donde vivían de unas pequeñas rentas procedentes de una cantera de mármol y una pequeña finca que tenían en Settignano, pueblo donde Miguel Ángel había vivido durante la larga enfermedad y muerte de su madre; en esa localidad quedó al cuidado de la familia de un picapedrero.
Su padre le obligó estudiar gramática en Florencia, sin embargo él quería ser artista, cuando se lo comunicó a su padre, mantuvieron fuertes discusiones, en aquella época era un oficio con escaso reconocimiento social y que no era digno del prestigio de su linaje.

Sin embargo, logró convencerlo para que le dejara cumplir sus deseos, ser artista, que, según Miguel Ángel, venía de la influencia de la que fue su nodriza, la mujer del picapedrero. De ella decía:“Juntamente con la leche de mi nodriza mamé también las escarpas y los martillos con los cuales después he esculpido mis figuras”.
Pronto demostró sus magnificas aptitudes artísticas, sobre todo para la escultura, en la que ponto empezó a sobresalir.

En abril de 1488, con sólo doce años de edad, entró en el taller de los famosos hermanos Davide Ghirlandaio y Domenico Ghirlandaio , con los que permaneció un año como aprendiz, tras lo que, y bajo la tutela de Bertoldo di Giovanni, empezó a frecuentar el jardín de San Marcos de los Médicis, donde admiró y estudió las esculturas antiguas que que poseían estos en él.
Según la biografía de Giorgio Vasari“Un día, saliendo del jardín de los Médicis -o, según Benvenuto Cellini, de la capilla Brancacci, donde él y otros alumnos aprendían a dibujar delante de los frescos de Masaccio, cuando Pietro Torrigiano le dio un puñetazo y le rompió la nariz, a consecuencia de esto, a Miguel Ángel le quedó la nariz chata toda la vida, como se puede apreciar claramente en todos sus retratos”.
A la muerte de Lorenzo el Magnífico, en 1492, el artista huyó de Florencia a Venecia, y posteriormente se instaló en Bolonia. En esta ciudas esculpió diversas obras influenciado por Jacopo della Quercia.
En el año 1496 decidió partió a Roma, donde logró triunfar. En la capital italiana inició una década de gran intensidad artística, con treinta años, fue acreditado como un gran artista. Después esculpir el “Bacus del Bargello”, en 1496, esculpió la “Piedad del Vaticano”, tenía sólo veintitrés años de edad; posteriormente realizó el magnifico “Tondo Pitti”.

De la misma época es el cartón de “La batalla de Cascina·, (desaparecido), y el “David”, obra cumbre de la escultura, escultura de una gran complejidad por la escasa anchura de la pieza de mármol, que fue colocado inicialmenre delante del palacio del Ayuntamiento de Florencia, convirtiéndose en la expresión de los supremos ideales cívicos del .
En marzo de 1505, Julio II le encargó la realización de su monumento fúnebre; Miguel Ángel proyectó un complejo arquitectónico y escultórico monumental, Miguel Ángel se entusiasmó con este proyecto, permaneciendo en Carrara ocho meses para elegir personalmente la elección y la dirección de la extracción de los mármoles que iba a utilizar para llevarla a cabo. Sin embargo a su regreso a Roma, el papa había desechado la idea del proyecto, debido a estar muy ocupado en la reforma de Bramante en la Basílica de San Pedro. Contrariado, salió de Roma dirigiéndose a Florencia, pero a finales de noviembre de 1506, tras incontables llamadas del papa, que le llegó amenazar con la excomunión, volvió para reunirse con él en Bolonia.
En mayo de 1508 aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, frescos en los que trabajó durante cuatro años, tras un trabajo que llevó a cabo de forma tenaz y en solitario; una grandiosa estructura arquitectónica pintada, inspirada en la forma real de la bóveda. En el tema bíblico general de ella, Miguel Ángel interpuso una interpretación neoplatónica del Génesis y dio forma a un tipo de interpretación de las imágenes que conseguirían ser un símbolo del arte del Renacimiento.
En 1516, León X, le encargó la realización de la fachada de la Basílica de San Lorenzo, trabajo que hubo de abandonar con gran tristeza en 1520; del proyecto se conservan numerosos dibujos y una maqueta de madera.
Finalmente, después de la muerte de Bramante en 1514 y de Rafael Sanzio en 1520, Miguel Ángel consiguió la total confianza del papado.
De 1520 a 1530, trabajó en Florencia, construyó la Sacristía Nueva de San Lorenzo y la Biblioteca Laurenciana. Tras el saqueo de Roma en 1527, y de la expulsión de los Médicis de Florencia, Miguel Ángel formó parte del gobierno de la nueva República Florentina, siendo nombrado «gobernador y procurador general de la fabricación y fortificación de las murallas, y participó en la defensa de la ciudad asediada por las tropas papales. En 1530, tras de la caída de la República, el perdón de Clemente VII lo salvó de la venganza de los partidarios de los Médicis. En este año reinició los trabajos de la Sacristía Nueva y del sepulcro de Julio II. Con este propósito esculpió las dos figuras de los Esclavos y el Moisés, que reflejan una atormentada energía, “la terribilitá” de Miguel Ángel.

En 1534, aceptó el encargo de Clemente VII para trabajar en el altar de la Capilla Sixtina y donde, entre 1536 y 1541, realizó el magnífico “Juicio Final”.
Hasta el año 1550 fue haciendo obras para la tumba de Julio II, y los frescos de la Capilla Paulina que representan La conversión de San Pablo y el Crucifixión de San Pedro.
Su inclinación natural por la materia, por las formas físicas, -se consideraba sobre todo escultor de cuerpos- unido a su fascinación por todo lo joven y vigoroso, emblemas de la belleza clásica, lo llevaron a decantarse por la belleza humana y el amor más sensual hasta muy avanzada su vida. Esta conflictividad enriquecedora con la que el artista vivió su deseo carnal, también afloró en el enfrentamiento con su homosexualidad.

Mantuvo relaciones con varios jóvenes, como Cecchino dei Bracci, por el que sentía un gran afecto; en 1543, Bracci falleció y Miguel Ángel diseñó su tumba, en la iglesia de Santa María in Aracoeli de Roma. También Giovanni da Pistoia, joven y bello literato, que fue durante un tiempo su íntimo amigo, es posible que mantuviera una relación amorosa con él en la época que empezó a pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, relación que queda reflejada en unos sonetos muy apasionados que Giovanni le dedicó.
Durante las dos últimas décadas de su vida, Miguel Ángel se dedicó sobre todo a la arquitectura: dirigió las obras de la Biblioteca Laurenziana de Florencia, en Roma, la remodelación de la plaza del Capitolio, la capilla Sforza de Santa María Mayor, la finalización del Palacio Farnese y, sobre todo, la finalización de la Basílica de San Pedro del Vaticano. De esta época son las últimas esculturas como la “Piedad Palestrina” o la “Piedad Rondanini”, también numerosos dibujos y poesías de inspiración religiosa.
Durante los últimos años de su vida trabajó en el proyecto de la basílica vaticana, simplificando el proyecto que concibió Bramante, si bien mantiene la estructura con planta de cruz griega y la gran cúpula.

Murió antes de ver acabada su obra, a la edad de ochenta y ocho años de edad, el 18 de febrero de 1564, acompañado por su secretario Daniele da Volterra y por su fiel amigo Tommaso Cavalieri. Dejó escrito que deseaba ser enterrado en Florencia, e hizo testamento en presencia de su médico Federigo Donati: “dejando su alma en manos de Dios, su cuerpo a la tierra y sus bienes a los familiares más próximos”. Su sobrino Leonardo fue el encargado de cumplir con esta última voluntad del gran artista, y el 10 de marzo de 1564 recibió sepultura en la sacristía de la iglesia de la Santa Croce; el monumento funerario fue diseñado por Giorgio Vasari el año 1570.

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