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Helios, Dios del Sol y su hijo Faetón

lunes, 18 de agosto de 2014

Helios era el Dios del Sol, viajaba en un fabuloso carro fabricado con oro, plata y piedras preciosas, y tirado por cuatro caballos que escupían fuego. Viajaba cada día por el cielo de este a oeste, de este modo cada mañana salía por el este, dando lugar así a los días y, al atardecer descendía al Océano que rodeaba el mundo. Desde su carro Helios lo veía y lo escuchaba todo, por eso nadie le podía esconder nada y era el más sabio.
Un día uno de los hijos de Helios, llamado Faetón visito a su padre. El motivo de la visita de Faetón eran sus dudas sobre si realmente Helios era su verdadero padre. El dios del Sol se lo aseguro y para demostrárselo le concedió un deseo. El deseo de Faetón era hacer lo mismo que hacía su padre, y conducir el fantástico carro de fuego atravesando el cielo. Su padre le explicó que ese era el único deseo que no podía cumplir, porque el viaje era muy peligroso y a la vez era muy importante hacerlo bien. Faetón insistió alegando que si realmente era su hijo, podría hacer lo mismo que hacía él.
helios thumb Helios, Dios del Sol y su hijo Faetón
La luna ya había desaparecido, y era el momento de que Helios saliera con su carro, dando paso al día. Antes de que pudiera el dios tomar una decisión, Faetón se colocó en el carro de fuego de su padre. Helios, viendo que era inútil convencer a su hijo y sin tiempo para más dialogo, le protegió el rostro del calor y le coloco una corona con sus rayos. Le explico bien como hacer el recorrido, debía mantenerse siempre en el medio, ni muy alto ni muy bajo y seguir el mismo rumbo que él seguía cada día. También le recordó la importancia de mantener firmes las riendas y que fuera prudente ante cualquier peligro. Pero antes de que a Helios le diera tiempo a terminar sus recomendaciones, Faetón partió rápidamente.
Los caballos alados, le llevaron hacia lo alto comenzando el camino del nuevo día. El carro corría demasiado rápido, los caballos asustados, sin nadie que los guiará con precisión, corrieron más velozmente que nunca y Faetón no podía detenerlos. Sin poder hacer nada para evitarlo, Faetón perdió el rumbo, alejándose cada vez más de la tierra. Faetón muerto de miedo, perdió el control y abandonó las riendas de los caballos, que continuaron su carrera sin sentido, por lugares desconocidos para ellos, provocando un verdadero caos en el universo. La tierra, la luna y el cielo se llenaron de llamas ardientes, y todos trataban de protegerse del incendio.
El dios Júpiter, al ver a la Tierra agonizar, envió un rayo que destrozó el carro de fuego y apagó el incendio. Faetón cayó en un río y las ninfas rescataron el cuerpo sin vida de aquel que había osado igualar al Sol.
Helios, con una profunda tristeza por la muerte de su hijo, se negó a salir con otro carro y la Tierra permaneció en penumbras hasta que Júpiter lo convenció de retomar su importante trabajo.

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