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¿Para qué sirve la historia?

miércoles, 9 de octubre de 2013


Texto de María Bautista
Ilustración de Raquel Blázquez

Erik miraba su libro de historia con aburrimiento. Aquellas lecciones sobre civilizaciones antiguas y guerras no le interesaban en absoluto. Al fin y al cabo, ¿para qué sirve la historia? Al menos con las matemáticas uno aprendía el dinero que le tenían que devolver cuando compraba golosinas, o las ciencias naturales le ayudaban a comprender por qué su conejo movía tanto el hocico. Sin embargo la historia, no era más que aprenderse fechas, aprenderse nombres, soltarlas en un examen y olvidarlas para siempre.


Erik miró el dibujo que tenía frente a él. Un viejo guerrero vikingo con cuernos en la cabeza dirigía una barca acabada en espirales que poco o nada tenía que ver con la barca vikinga que instalaban en la feria del pueblo todos los veranos.

 - En serio, viejo guerrero, ¿por qué tengo que aprenderme todo esto? – preguntó con rabia Erik a su libro.

Justo en aquel momento, Erik sintió que un viento muy fuerte le despeinaba su cabello y le obligaba a cerrar los ojos. ¿Quién  habría dejado la ventana abierta? Pero no era desde la ventana por la que se colaba aquella ventolera, ¡qué va! Y es que cuando Erik abrió los ojos se encontró en medio del mar, sobre un barco con espirales que no se parecía en nada a los barcos vikingos de la feria, pero que sin duda era auténtico, como auténtico era aquel enorme guerrero de tupida barba que tenía frente a él.

- Pero, ¡no puede ser! Si tú eres el que estaba en mi libro de historia…
- Pues ahora el que está en su libro de conocimiento del medio eres tú, señorito. Bienvenido a mi drakar, o como ustedes dicen, a mi barco vikingo.

Erik no era capaz de salir de su asombro, ¿se habría quedado dormido sobre el libro y ahora estaría soñando esas extrañas cosas?

Pero un fuerte meneo del mar le tiró al suelo. Erik se golpeó la rodilla y se hizo una herida. Dolía mucho. Aquello no podía ser un sueño. Al ver la cara de dolor del pequeño, el enorme guerrero comenzó a reírse a carcajadas:

- No te pondrás a llorar por esa herida insignificante, ¿no? Los vikingos son valientes en la guerra y no le tienen miedo a nada.
- Pero yo no soy vikingo y no estoy en una guerra. ¡Si ni siquiera pertenezco a esta época!

Al oír aquello fue el vikingo el que puso una mueca de sufrimiento:

 - ¡Ya sé que no perteneces a esta época! Pero todo lo que pasa ahora en el mundo tiene algo que ver con nosotros, con los personajes de la historia.
- ¡Qué dices! Si la historia no sirve para nada…
- La historia es la memoria del mundo. Tú no eres el mismo Erik que eras hace unos años, cuando gateabas por los pasillos y te caías cuando intentabas levantarte. Pero lo que aprendiste entonces te ayudó a que seas como eres ahora.

Erik miró al vikingo. Aquello que decía era muy complicado y no parecía tener sentido.

- Mira jovencito, empecemos por algo fácil: tu nombre. ¿Sabías que ese nombre perteneció a un famoso rey vikingo?

Erik, que no tenía ni idea, se incorporó con curiosidad.

- ¿Y qué significa?
- Pues quiere decir gobernante, el que reina siempre. Y fíjate, tu nombre ha llegado desde mi época hasta la tuya.
- ¿Pero cómo sabes esto?
- Pues muy fácil, gracias a la historia. Ya te he dicho que la historia es la memoria del mundo. Nos ayuda a conocer lo que somos y a intentar no repetir los fallos del pasado en el futuro.
 - ¡Pero eso no es verdad! Si fuera así, después de una guerra a nadie se le ocurriría empezar otra y la historia está llenísima de guerras. 
- Tienes razón Erik, pero la culpa de eso no la tiene la historia, si no el propio ser humano que no aprende de sus errores.

Erik se quedó pensando un rato. Lo que decía aquel guerrero empezaba a tener sentido. El año pasado, cuando Erik se rompió el dedo gordo del pie derecho dándole una patada a una piedra, aprendió que había cosas mucho más duras que sus propios huesos y ahora no se le ocurriría hacerse el valiente dando patadas a árboles, piedras o paredes. Había aprendido de sus errores, de su propia historia.

 - Claro Erik, eso pertenece a tu historia, que es muy importante, igual de importante que es la historia del mundo. Así que si no quieres que te acabe tirando a los tiburones, más te vale que vuelvas a tu cuarto y empieces a estudiar con ganas las lecciones de historia.

Y antes de que Erik pudiera responderle que no le gustaban muchos los tiburones, ya estaba otra vez sentado frente a su libro con el dibujo del vikingo.

Pero esta vez, en vez de lamentarse, Erik, el gobernante, el que reina siempre, decidió darle una oportunidad a la historia. Era la memoria del mundo y Erik no quería olvidarla.


Fuente: http://www.cuentoalavista.com/2013/10/para-que-sirve-la-historia.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+cuentoalavista+%28Cuento+a+la+vista+-+El+blog+de+los+cuentos+infantiles%29

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